

La ausencia de síntomas no implica que estemos saludables.
La enfermedad se define como una alteración, leve o grave del funcionamiento del organismo. Desencadenada por causas de origen interno o externo. Es frecuente que pase inadvertida, especialmente en casos leves o estadios iniciales.
Las enfermedades cardiovasculares no están ni mu-cho menos exentas de este teorema, ya que son la principal causa de muerte, invalidez y disminución de la calidad de vida, tanto en España como en la ma-yoría de países industrializados. En este campo, la prevención o la promoción de la salud, como actual-mente se denomina, constituye la “piedra angular” para evitar que las dolencias cardiacas avancen sin que nos demos cuenta en nuestro día a día.
Afortunadamente, en los últimos 30 años y gracias a una mayor concienciación por parte de de la socie-dad, se ha reducido considerablemente las tasa de mortalidad cardiovascular. Estudios científicos ob-servaron que este descenso se debió principalmente a un mayor control de los factores de riesgo cardio-vascular, por orden de importancia el colesterol, la hipertensión arterial, el tabaquismo y también al in-cremento de la actividad física.
Generalmente, la aparición de los síntomas es la explosión de la enfermedad, la última parada de un largo camino, que se manifiesta predominante-mente en la edad adulta, pero que se ha empezado a andar ya a edades tempranas. Los chequeos médi-cos periódicos pueden en un alto porcentaje, detec-tar la anomalía que indique que existe una enferme-dad incipiente, mediante pruebas generalmente sencillas y poco invasivas. Llegado el caso, la gran incógnita será saber si la persona está dispuesta a hacer cambios en su vida que le permitan revertir o evitar la progresión de su enfermedad que puede fa-vorecer a infartos cardiacos, cerebrales, aparición de diabetes y hasta cobrarse su vida en un futuro.
Retornando a la idea del origen de la enfermedad, múltiples estudios comprobaron que interviniendo con educación sobre hábitos saludables, a edades tempranas, se consigue un sorprendente descenso de los factores de riesgo cardiovasculares en edades adultas, con individuos y sociedades más sanas, con más esperanza y calidad de vida. Sin duda que muchas de las conductas que tenemos en la adultez, se han generado a edades tempranas y es ahí donde debemos comenzar a trabajar e implicarnos, que es donde mayor impacto podemos tener.
Dichas intervenciones desde la escuela, como reconocer los alimentos saludables, realizar de-porte y también en la comunidad, con la creación de caminos para correr, ciclo vías, charlas educativas en centros de salud, polideportivos, generan a modo de efecto domino, espectaculares cambios en la so-ciedad no solo sanitarios, sino también económicos, ya que el gasto que ocasiona el tratamiento de la enfermedad cuando ya da síntomas es desorbitado e insostenible, tanto actualmente como para las futuras generaciones, considerando el progresivo envejecimiento de la poblaciones venideras.
Cada edad tiene un mensaje diferente, puesto que todos somos de alguna forma vulnerable, debiendo este mensaje comenzar desde la infancia, que es donde comienzan a gestarse las raíces de los fac-tores de riesgo cardiovasculares, para florecer como enfermedad en la adultez o en la vejez. La historia nos ha demostrado que un esfuerzo con-junto tiene más efecto que uno aislado, por lo que necesitamos trabajar en comunidad codo a codo, educándonos, tomando ConCiencia de la situación, con optimismo en forma desinteresada y es desde allí, desde la misma sociedad, donde se generarán los impulsos para producir los cambios necesarios que permitirán una mejor gestión y promoción de nuestra salud.
Para más información puede consultar en www.fundaciondelcorazon.com y www.mimocardio.org
¿Y los que ya practican deporte y llevan una vida saludable?
Hemos hablado de vulnerabilidad en los diferentes escalones de nuestras vidas y también en todos los grupos, incluso en los deportistas, el cual es un colectivo que me apasiona y le dedico especial in-terés y atención. Este grupo dependiendo la edad, tipo de deporte, la frecuencia e intensidad del en-trenamiento, presenta importantes beneficios para la salud, sobre todo cuando se practica en forma regular, pero hacerlo en forma insuficiente o muy intensa, puede hacer que perdamos esos grandes beneficios que nos otorga a dosis moderada, cual medicamento de la salud. De ahí que un correcto control médico periódico y de entrenamiento, tal y como recomiendan la Sociedad Española de Cardi-ología y de Medicina del Deporte, desde la adoles-cencia y especialmente en todos los adultos para valorar también, los cambios que el mismo deporte genera a nivel cardiovascular.
Dr. Cristian Casseus Schurig
Cardiólogo